Llevo una temporada, quizá unas cuantas semanas largas sintiéndome algo mal tanto física como psicológicamente. Por decirlo de alguna manera con la intención de que lleguéis a comprenderme, es como si me faltasen pilas, energía. Me siento cansada a todas horas, tengo muchísimo más sueño de lo normal y sin embargo duermo peor. Y lo llevo achacando que si al tiempo (que si hoy hace un sol espléndido, mañana está nublado y pasado cae una tormenta de aúpa), o a alguna especie de virus de éstos que corren de unos a otros en esta época del año sin piedad y nos hace tener mal cuerpo, o quizá no sé, simple enfiriamiento...
Cualquier persona que esté leyendo ésto ahora y tenga dos dedos de frente hará uso de la lógica y se preguntará: ¿y por qué no vas al médico, chiquilla?
Pero lo cierto es que hace menos de un mes, me sometí a una analítica absolutamente completa debido a las revisiones rutinarias que voy teniendo con respecto a mi enfermedad. La verdad es que para estar como estoy, puedo decir que a rasgos generales estoy sana sanota. Sin embargo, de repente y sin avisar, ha aparecido algo en la analítica alterado, algo sospechoso, que en el caso de confirmarse, será un diagnóstico de una nueva enfermedad, que no es grave pero si se junta con lo que ya de por sí tengo encima puede ser cuanto menos respetable, porque sería algo que en lugar de ayudarme me perjudicaría más.
Y quizá mis síntomas físicos son debido a ello, y probablemente mis desánimos vienen dados por esa incomodidad causada por esas distorsiones físicas. No sé, supongo que es como el pez que se muerde la cola.
La verdad es que tal y como os he comentado, estoy tan súmamente desganada que he hecho últimamente muy pocas cosas.
- Escribir más a menudo en el blog porque me sirve de terapia, y si de paso me encuentro con algún que otro comentario pues entonces ya ni os cuento lo fructífero que resulta para mí.
- Retomando mis tiempos de "cocinera dicharachera", hace un par de domingos cociné este pastel (ver foto superior) de berenjena con queso, jamón york y mermelada de tomate. Yo sólo probé un bocadito. Estaba de muerte, pero lo repartí entre la familia, y bueno, a su vez maté algo de tiempo muerto.
- Por supuesto sigo creando una buena marca de mi silueta en el sofá.
- Me he hecho más experta (aún si cabe) en temas del corazón. Por cierto Belén Esteban reaparece en teoría el vierne 30 en el Deluxe tras unos meses apartada de la televisión.
- He empezado a ver las típicas pelis de sobremesa que suelen echar los fines de semana, pero que han empezado a poner algunas noches en el canal "Divinity" donde todas comparten la misma temática: la Navidad.
- El sábado asistí a una cena de chicas. Una cena con mis chicas (mis amigas). Celebramos el cumple de una de ellas, y con esfuerzo, mucho esfuerzo acudí a la cita. Como siempre a última hora estuve a punto de decir que no, pero finalmente fui valiente. Un chinito y una copita en un pub. Y aunque al día siguiente parecía como si un camión me hubiese pasado por encima, mereció la pena.
Pero probablemente lo más sencillo y a su vez más bonito que me ha ocurrido en éstas últimas semanas tiene que ver con mi sobrina.
Imaginaos la escena. Mi padre, mi madre y yo sentados en un banco del parque. Ella frente a nosotros en su carrito. Yo más seria de lo normal. Estando allí pero sin estar. Queriéndola como la quiero pero sin decírselo. Ajena inconscientemente a las canciones que cantaban, a lo guapa que iba, a disfrutar de la pequeña de la familia.
Y no sé si fue coincidencia o instinto. Pero llegado un momento, la niña no paraba de fijar su preciosa mirada en mí, única y exclusivamente en mí, ignorando también el resto de su alrededor. Me sonreía y de vez en cuando conseguía hacerme sonreír a mí. Pero se ve que le pareció poco, así que la muy granuja, manteniendo esa mirada fija decidió provocarme. Y lo hizo soltando una carcajada directísima a mí. La primera vez me hizo algo de "gracilla", pero la condenada (con 10 mesecitos que tiene), siguió insistiendo en su propósito hasta que consiguió y además sin ningún tipo de sobreactuación por mi parte, que me diese un ataque de risa. Y contra más me descojonaba, más lo hacía ella, y así y así y así una y otra vez hasta que la cita terminó.
¿Creéis que niños tan pequeños pueden sentir la tristeza o la alegría de una pesona cercana? En cualquier caso, aunque la respuesta fuese que no, la coincidencia de esa provocación hacia mí me alegró al menos por unas horas. Pero me quedé flipada, eso es lo cierto.
¡Feliz viernes!